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El huachicol, una bomba de tiempo

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Por. Itandehui Rodríguez / @Itandehui_RoMa

Recuerdo perfectamente el 19 de diciembre de 2010, estaba entrando con cierto ciudadano, mejor conocido como “el difunto”, a cierto restaurante de mariscos que se ubicaba la Avenida Juárez y la 19 sur, aquél famoso de mosaicos azules y amarillos en cuya terraza se instaló medio Puebla una tarde. Recuerdo perfecto que pedimos una mesa de la terraza, él se adelantó y me encaminé al baño.

Caminaba hacia el fondo del restaurante cuándo sonó mi Nextel, era el delegado de gobernación de San Martín Texmelucan, avisándome que a las 5:30 am de ese día había explotado un ducto de gasolina en la cabecera de su distrito; me imaginé mil cosas, menos que fuera producto de la extracción clandestina de combustible, me imaginé el municipio destruido, imaginé un hongo como el de Hiroshima y Nagasaki, imaginé mil cosas, lo que nunca imaginé es que eso se iba a convertir en algo, por desgracia, muy común. Seguramente habría pedido unos chilaquiles con mariscos y aruz de atún, que tanto me gustan, pero sentía muchas, muchas nauseas. No pude desayunar.

La complacencia de las autoridades provocó que esta práctica creciera exponencialmente.  De enero de 2000 a 2019 se detectaron casi 9 mil tomas clandestinas en 30 de los 217 municipios de Puebla y estas eran solo de combustible. De 2014 a 2016 aumentaron en 496%.

Se detectaron dos “cinturones” claros, uno en el norte del estado y otro en el centro.

Fue precisamente en 2019 cuándo los huachicoleros de gasolina decidieron que era un gran momento para cambiar al gas LP y así, Puebla se convirtió en el principal estado con extracción de gas licuado de petróleo. Pese a que se ha registrado una disminución en el índice del delito, esta ha sido insuficiente, pues seguimos en el deshonroso primer lugar. Tan solo en septiembre de este año se registraron más de 1000 tomas clandestinas.

Lamentablemente la madrugada de ayer vimos imágenes, como salidas de una película de guerra, pero no era una zona de guerra, era Puebla, era nuestra ciudad capital. Seguramente todos conocemos a alguien que vive en o cerca de San Pablo Xochimehuacán, tal vez conocemos a alguien que perdió su casa, que está en estos momentos en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte y experimentando uno de los peores dolores que puede haber en la vida, el de las quemaduras.

Gente que dormía tranquilamente en su casa lo perdió todo por culpa de un grupo de desgraciados que creyó que podían robar impunemente el gas, rellenar tanques y una pipa y venderlos, ¿por qué? Porque pueden, simplemente por eso.

Mil y una veces malditos los que provocaron esto, mil y una veces malditas las autoridades que lo consintieron, porque alguien estaba enterado de esto, no nos hagamos, mil y una veces malditos todos los involucrados y que hoy le provocaron dolores inimaginables a personas cuya única esperanza es ser atendidos por diezmadas fundaciones que sí pueden trasladarlos a Estados Unidos para que su dolor y recuperación sea un poco menos malos.

Deseo que los persigan hasta el fin del mundo, deseo que se pudran en la cárcel, deseo que sufran mucho más que los inocentes que hoy perdieron todo, deseo que no encuentren tregua, descanso ni consuelo y que las autoridades inicien en esta ese castigo que se les prolongará por vidas.   

Sin dudas es y será el huachicol, una bomba de tiempo, durante largo tiempo.

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