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Opinión

Puebla necesita combatir de mejor manera las problemáticas de contaminación, cambio climático y también la desigualdad en la falta de oportunidades para las familias poblanas.

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Hace unos días retomé la lectura de un libro escrito por un gran amigo y ser humano, con el que comparto causas en común. Se trata de Capitalismo natural y economía circular, un ensayo de Alejandro Pagés Tuñón, publicado a finales de 2021, en el que propone cómo restaurar el planeta al diseñar materiales, negocios políticas sustentables.

Al releer sus páginas no pude dejar de sentir la necesidad de tocar este tema que, sin duda, es uno de los más importantes a considerar en la actualidad para el diseño de las políticas públicas, así como para el crecimiento del propio sector privado.

Y es que para nadie es una sorpresa que la humanidad atraviesa momentos complicados que afectan su estabilidad social, económica, política y ambiental.

Este panorama desalentador es resultado de una serie de factores vinculados al desgaste de un modelo que privilegia la desigualdad social y tiene impacto negativo en los ecosistemas del planeta.

Para Mark Esposito, de la Universidad de Harvard, este modelo lineal está basado en tomar, hacer y desechar, es decir, producir bienes derivados de materias primas, distribuirlos para que los consumidores los adquieran y después de utilizarlos se desechen, limitando que estos sean reutilizados.

Es claro que el mal uso de materias primas y la alta demanda de los consumidores han derivado en devastadores fenómenos meteorológicos a lo largo y ancho de la faz de la tierra como huracanes, ciclones, lluvias, sequías extremas e inundaciones.

Precisamente en su libro, Alejandro, hace una excelente descripción de los problemas ambientales que limitan el bienestar de las generaciones actuales y constituyen serios obstáculos para el desarrollo y la sostenibilidad.

Al respecto, identifica nueve problemas como son el cambio climático, el agotamiento del ozono estratosférico, el exceso de aerosoles en la atmósfera, la acidificación de los océanos, los flujos bioquímicos que afectan los ciclos de nitrógeno y el fósforo, el uso de agua dulce, los cambios de uso del suelo, la integridad de la biosfera y la contaminación química.

Pero no sólo se trata del impacto que estos fenómenos tienen en nuestro ecosistema, sino que repercuten directamente en nuestra calidad de vida. Basta considerar que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación mata a 8.8 millones de personas al año en el mundo.

Sólo en Latinoamérica, cada persona produce un kilo de basura al día y la región en su conjunto, aproximadamente 541 mil toneladas diarias, lo que representa alrededor de un 10% de la basura mundial.

En México, el panorama no es diferente, según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) en 2019 se generaron más de 44 millones de toneladas anuales de residuos y para el 2030 se contempla seproduzcan 65 millones. Aproximadamente el 90% de estos residuos termina en tiraderos a cielo abierto o rellenos sanitarios, en su mayoría mal operados o que no cumplen con la normatividad.

En este sentido es que se vuelve urgente buscar alternativas que ayuden a generar una relación más equilibrada y responsable con el aprovechamiento de los recursos.

Una de ellas está en la sustentabilidad y lo que se denomina “economía circular” que, aunque no es un concepto nuevo, ha ganado gran popularidad en los últimos años como estrategia para reducir el daño ambiental y promover el desarrollo sustentable al utilizar y aprovechar al máximo los recursos.

Este modelo promueve el aprovechamiento de los productos durante su ciclo de vida, desde las materias primas, cadenas de suministro, consumo y después de su uso convertir los desechos en nuevas materias.

En nuestro país, desde finales de 2021, el Senado de la República aprobó el proyecto de decreto por el que se expide la Ley General de Economía Circular. Esta ley busca que el valor de los productos, materiales y recursos se mantengan vigentes dentro del ciclo económico durante el mayor tiempo posible, para así reducir al mínimo la generación de residuos.

A pesar de que la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos, señala en su artículo 6º que la Federación, las entidades federativas y los municipios, ejercerán sus atribuciones en materia de prevención de la generación, aprovechamiento, gestión integral de los residuos, de prevención de la contaminación de sitios y su remediación, los avances en la materia aún son relativos.

Precisamente, a la fecha, Puebla no cuenta con un Plan o Programa para reciclar residuos sólidos, los cuales van a parar al camión de basura y después a los rellenos sanitarios. 

Datos del Instituto de Gestión, Administración y Vinculación (IGAVIN) precisan que, a finales del 2020, Puebla era el sexto lugar a nivel nacional de generación de residuos sólidos con 5 mil 991 toneladas diarias, recolectando solo 4 mil 218, lo que representa solo el 70 % en la cobertura del servicio de recolección.

Es por ello que retomo lo abordado por Alejandro respecto a tener presente el modelo de economía circular para afrontar estos grandes retos, a través de impulsar un sistema económico que genera y recupera valor, a la vez que evita pérdidas innecesarias.

Si bien hoy estamos encontrando en este modelo una alternativa productiva más sustentable, no podemos perder de vista que sin importar cual sea nuestra trinchera, sí podemos aportar un granito de arena a la causa.

Por ello, tengo la confianza de que la economía circular pronto se convierta en Puebla en una de las principales directrices gubernamentales, tanto a nivel municipal como estatal, que permitan combatir problemáticas como la contaminación, el cambio climático, pero también la desigualdad y la falta de oportunidades para las familias poblanas.

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